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El auténtico concepto de imperialismo y la falacia de supuestos imperialismos, como el ruso, iraní y chino

  • Márcio Forti
  • 8 sept
  • 18 Min. de lectura

Marcio Forti[1]


La desesperación estadounidense ante el rescate de protagonismo geopolítico de sus 3 principales adversarios.
La desesperación estadounidense ante el rescate de protagonismo geopolítico de sus 3 principales adversarios.

1 — Introducción a la estructura semántica, anclada a una matriz confucionista


Como siempre lo hemos señalado y sostenido, el elemento semántico es primordial. Ya decía Confúcio, cinco siglos antes de Cristo, que muchos pleitos innecesarios, comienzan por el mal uso de términos, palabras y expresiones. Un error constante, en los análisis de Relaciones Internacionales, es el uso del término “imperialismo”, usado de manera equívoca en muchas ocasiones. Por ejemplo, la operación militar especial irredentista rusa, en los campos del Dombass, el corazón de Rusia, no configura un imperialismo. Ni la Cruzada nacional rumana antonesciana representó manifestaciones imperiales, como algunos intentan entretener la ilusión. Tampoco una hipotética reunificación, entre Bolivia y Perú, configuraría un imperialismo o quizá, la reintegración de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Sur (actual Argentina), heredera del Virreinato del Río de la Plata. Irredentismo y expansionismo, como sabemos, no configuran o caracterizan, necesariamente, imperialismo, no siendo sinónimos de este último. No seamos ingenuos, creyendo ciegamente, en lo que nos presentan, los medios de comunicación masiva, que más desinforman que informan, siendo, en la amplia mayoría de las ocasiones, vehículos, altamente tóxicos, creando percepciones de mundo, totalmente desconectadas de la realidad geopolítica.


2 – El auténtico concepto de Imperialismo


Imperialismo representa un concepto más concreto y específico, teniendo un significado muy particular, no teniendo automáticamente, una vinculación territorial, yendo más allá de ello. Imperialismo, según la concepción semántica clásica, es la concentración de la producción y del capital, creando monopolios, que dominan la economía. La fusión del capital bancario con el capital industrial hace surgir una oligarquía financiera parasitaria, sobre la base de este capital financiero. Así siendo, la exportación del capital sustituye a la de productos y tenemos así, la formación a escala internacional, de asociaciones monopolísticas de instituciones, que reparten el mundo. De esta manera, el sistema de repartición del mundo en colonias se ha finalizado, creando una especie de plutocracia oligárquica bancocrática monopolística sin precedentes a lo largo de la historia, reteniendo el 98% de la riqueza planetaria en manos de grandes corporaciones geofinancieras, como, principalmente, BlackRock, Goldman Sachs, Vanguard International, JP Morgan, Rothschild y Rockefeller.

Esta configuración, en la actual coyuntura geopolítica internacional, vinculado al poder hegemónico dolarcéntrico, en el sistema geofinancero global, complementa este enredado. Y, como sabemos, meramente un país emite dicha moneda, el llamado ‘petrodolar’. Sumado a estos aspesctos, tenemos el elemento bélico-militar, por el cual, Washington tiene 850 bases militares por el mundo, sobre todo, asediando la Triple Entente Euroasiática, término de mi autoría, controlando países como, además de Italia, Japón y Alemania, Polonia, Rumania, Colombia, Perú y Panamá, siendo éste último, una entidad política artificial, creada por Washington. Con el factor militar global, tenemos el concepto de Imperio del Caos y de las Bases, que se ha convertido, por su modus operandi, en el del Terror. Sin olvidar el monopolio mediático que, siendo comandado por las grandes corporaciones geofinancieras, puede manejar la opinión pública, creando concepciones de mundo, en la gran mayoría de los casos, totalmente desconectada de la realidad histórica-geopolítica. Sumando todos los ejes presentados, así tenemos, el real, auténtico y verdadero imperialismo, que, como vimos, no tiene ninguna relación con adquisiciones territoriales, siendo un término mucho más complejo, implicando severas consideraciones estructurales y geoestratégicas de dominio económico, geofinanciero, mediático y bélico-militar.

Así siendo, no existe un supuesto imperialismo ruso, chino u iraní, como algunos anhelan entretener la ilusión. La multipolaridad, que es buscada por estos 3 grandes actores, no es igual a la unipolaridad, sino todo lo contrario. La unipolaridad neoliberal estadounidense en el sistema internacional de Estados es indefendible. Estamos en una época de un nuevo reordenamiento geopolítico mundial, saliendo de la agonizante unipolaridad e intentando establecer y consolidar la Tripolaridad (entre Estados Unidos, Rusia y China) y, luego, el Orden Multipolar, con principalmente, las llegadas de Irán e India. Sin embargo, como estamos viendo, es equivocado afirmar que existe el concepto de imperialismo chino, iraní o ruso. Además de la definición semántica de imperialismo ya abordada, existen otros elementos, que rechazan, profundamente, la existencia de supuestos imperialismos fuera de la lógica de control geofinanciero de la bancocracia universal apátrida, como el actuar de estos 3 big players.


3 — La Operatividad geopolítica china


Imperialismo no es simplemente intereses vinculados a una Política Exterior. Las relaciones comerciales de China, por ejemplo, con los países y naciones subdesarrollados de África, Latinoamérica o Asia, difiere muchísimo del modelo de relaciones comerciales estadounidense, que opera bajo los principios imperialistas, pues desde su nacimiento, todas las entidades, organismos e instituciones estatales y gubernamentales de Estados Unidos, están bajo la égida globalista, aunque existen fuerzas en el país, que rechazan ese status quo vigente. La injerencia estadounidense, en su neoliberalismo desenfrenado, anclado a los principios económicos de las Escuela austriaca y de Chicago, además del Consenso de Washington, vienen sometiendo Estados a sus intereses geoestratégicos, geopolíticos y económicos. Los neoliberales tienen la desafortunada costumbre de afirmar que, el gigante asiático, el histórico Imperio del Medio y de la Armonía, está promoviendo la neocolonización de África. Falacia. Ningún país africano está bajo control del Estado chino. China no maneja o controla ningún sistema bancario africano, sino exporta sus productos a África, sin embargo, no prohíbe la circulación de productos concurrentes, como lo hacen los estadounidenses.

Aunque China otorgue préstamos a los países africanos, ellos no son especulativos, no siendo impuesto paquetes de privatizaciones y de desmonte nacional para quitar las deudas, como sucede con el FMI, donde Estados Unidos, ocupa la mayoría de las sillas, teniendo el poder de veto. La mayor parte de las inversiones chinas en África no fueron transferidas para los recursos naturales, como operan Estados Unidos y algunas potencias colonialistas europeas, todas ellas ocupadas militarmente o logísticamente, por la plutocracia mundial, convirtiéndolas en meros apéndices de la bancocracia universal y en brazos armados de la élite globalista. No en vano, la Unión Europea representa, meramente, el órgano de relaciones públicas de la NATO, siendo que ésta última, se encuentra totalmente subordinada al Complejo Militar Industrial estadounidense. O sea, Europa está bajo ocupación del Eje Washington-Londres, con la Anglósfera, manejando geopolíticamente, esa masa territorial, a través de la simbología del Imperio AngloSionista.

Las diferencias claves, entre los modos operandi de China y Estados Unidos, por ejemplo, se debe a que, China ve la soberanía de un socio comercial, como un punto estratégico positivo a su favor. La mayoría de los bancos y compañías mineras, que exploran África, no son chinos. De 1945 a 2019, China ha utilizado su derecho de veto en la ONU solo 5 veces. Estados Unidos lo usó más de 100 veces, llegando al colmo de usarlo en, aproximadamente, 153 ocasiones. Las sanciones impuestas a los países del tercer mundo no se originan en China, mucho, por el contrario, son impuestas por la élite globalista y China, en muchas ocasiones, se vuelve contra las sanciones.

Las innumerables bases militares repartidas en Latinoamérica, Este europeo, Asia Central, Europa Occidental, Extremo Oriente, Golfo Pérsico y Oriente Próximo, que sirven, principalmente, para cercar Rusia, Irán y China, no son chinas, sino estadounidenses. No en vano, existe el término ‘Imperio de las Bases’, que se pierde, día tras día, convirtiéndose en el Imperio del Caos, lo que hace que antagonice, tanto con Irán (el EranShahr de la Luz de los Arianos), como con China (el Imperio del Medio y de la Armonía). Irán es legado de las dinastías aqueménida y sasánida, cuna de la grandeza intelectual de Zoroastro, mientras China, por su parte, es sucesora de la sabiduría magistral de Confucio.

Además, si no fuera poco, China invierte en economía productiva y no especulativa, apostando en la interacción comercial fructífera del doble gano y no en recetas de, meramente, apoderarse de las riquezas naturales y minerales de otros actores, desestabilizando Estados, imponiendo gobiernos permeables a sus intereses, rompiendo el tejido social, destruyendo almas colectivas, sacando provecho del poderío que tiene, tanto financiero, como logístico y militar, anhelando moldear el globo terráqueo, a su imagen y semejanza, algo típico y exclusivo de la Doctrina del Destino Manifiesto, de corte calvinista. Eso sí es imperialismo y del más atroz.


4 – La catastrófica realidad gabacha


No en vano, muchos sostienen que, Estados Unidos es el único país del mundo que ha pasado de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización. Pero bueno, ¿qué podríamos esperar, del único imperio deudor, debiendo el 600% del PIB, una deuda impagable, viviendo del parasitismo financierista y de la hegemonía dolarcéntrica en el sistema internacional, aparte del poderío bélico-militar y de su sumisión estatal al Deep State globalista, que ha creado y maneja sus instituciones, entidades y organismos estatales, apoderándose, por lo tanto, también, obviamente, de su Política Exterior? ¿Qué podríamos esperar de un país que, teniendo el 6% de la población mundial, adquiere y consume el 60% de la cantidad de narcóticos existente en el mundo?

Ese dato nos otorga, sólo un poco, el elevado grado de degeneración colectiva del estadounidense promedio. Una sociedad totalmente perdida, con un tejido social destruido por el globalismo liberal. Sin embargo, aunque con este carácter, por increíble que parezca ser, se sienten los más civilizados. Siempre se han juzgado a sí mismos, el cuerpo policíaco del globo terráqueo, como si a nosotros, nos fuera presentada la opción de sernos moldados a la imagen, semejanza y similitud de Estados Unidos, una nación que, como sabemos muy bien, no nos tiene, absolutamente nada, para enseñar, mucho menos respecto a conceptos como, cultura, civilización e historia, además de principios básicos, como decencia, valores, moral, ética y respeto al prójimo. Si no, cómo sabemos, todo lo contrario. Muchas de sus ciudades, como Chicago, viven severas y trágicas epidemia de heroína.

Como señaló John Adams, el 2do presidente de los Estados Unidos (1797– 1801): “Hay dos formas de conquistar y esclavizar a una nación. Una es la espada, la otra es la deuda”. Niall Ferguson, un conocido historiador, escritor y profesor de historia económica y financiera, que ocupa las cátedras de Historia en la Universidad de Harvard y Administración de Empresas en la Escuela de Negocios de Harvard, siempre mostró un gran interés por el rumbo de la economía argentina. Sostiene que es una especie de laboratorio donde ocurren preguntas interesantes. Además, asegura que muchas veces se adelantan a lo que ocurre a nivel mundial. En concreto, en su libro The Rise of Money, examina la larga historia del dinero, el crédito y la banca; augura una crisis financiera como consecuencia de la economía mundial y, en particular, profetiza que, el uso excesivo del crédito por parte de Estados Unidos está produciendo una gran burbuja, a punto de estallar. Históricamente, argumenta que, fue la República Argentina, la que produjo el primer default de la historia y llevó a la quiebra de Baring Brothers House, en Londres. Explica que esto se debió a una falta de pago de un préstamo tomado por el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos Aires, el Sr. Bernardino Rivadavia, en julio de 1824, por un total de un millón de libras esterlinas. Este préstamo debería ser efectuado el pago, 80 años después, durante la presidencia de Julio A. Roca. Casi dos siglos después de su primer default, otro periódico inglés, The Financial Times, uno de los portavoces del sistema neoliberal global, afirmó, en su edición semanal, que Argentina se acercaba a su noveno default”.


5 – La falacia de la igualdad de condiciones y de propósitos entre EE.UU. y la Triple Entente Euroasiática


O sea, tras todos estos abordajes, podemos señalar que, China, siendo usado como ejemplo, no tiene un histórico y trasfondo imperialista, especialmente porque es una civilización cinco veces milenaria, con raíces ancestrales, en la que, los valores tradicionales siempre prevalecen sobre los valores del iluminismo liberal, que viene contaminado nuestros países, intentando establecer un Orden Mundial ajeno a los intereses nacionales. Lo mismo se le aplica a Irán. Por cierto, ambos actores, no pasaron, de una manera tan profunda, por la óptica iluminista, como Europa occidental y el continente americano, siendo uno de los factores, que viene destruyendo muchos rincones del globo terráqueo. Así, China e Irán, sufren menos con esa infiltración, injerencia e invasión ideología nociva al proteccionismo cultural y geopolítico.

Sin embargo, gracias a Dios, el proyecto de gobierno mundial único viene sufriendo una resistencia de los 3 grandes que amenazan la hegemonía total irrestricta de la unipolaridad neoliberal estadounidense en el sistema internacional de Estados. Por lo tanto, es mucho más práctico mantener un diálogo con China, Irán y Rusia, para lograr un mundo multipolar, que con Estados Unidos y sus siervos de las élites vendidas europeas, debido al enorme grado de infiltración globalista en sus instituciones, organismos y entidades gubernamentales, que han decretado, a través de la Doctrina Wolfowitz, hacer todo que esté a su disposición para inhibir e impedir la emergencia de polos de poder que hagan oposición al proyecto unipolar estadounidense.

O sea, no existe igualdad entre Estados Unidos y Rusia, por ejemplo, como algunos intentan sostener una cierta imparcialidad. Una narrativa muy frecuente entre quienes hoy quieren una “tercera vía”, entre EE. UU. y Rusia, es el intento de construir una equivalencia entre las dos potencias. La idea es que, ambos actores, corresponderían a “dos caras de una misma moneda”, perfectamente equivalentes, por lo que, sería un error apoyar a uno contra el otro. La principal objeción a EE. UU., es que, representa una hiper potencia con pretensiones globalistas, es decir, servir como centro de un proyecto hegemónico global, que vería la desintegración y disolución de otras naciones y pueblos con la transferencia de capital, de forma unilateral, de las “provincias” a la élite cosmopolita planetaria, concentrada en unos pocos centros megalópolis, pero unificada a través de las fronteras.

Ante este escenario, podríamos hacer una pregunta. ¿Rusia tiene un equivalente con el que reemplazar a los EE. UU. en su proyecto globalista? No. Rusia no puede alcanzar a los EE. UU. en los niveles materiales que permitieron la subyugación del planeta. Pero, lo más importante es que, Rusia carece de la base ideológica para un proyecto globalista. El globalismo estadounidense no es cualquier evolución histórica natural de cualquier estado muy poderoso, es la realización de un proyecto mesiánico específico, que reúne elementos del calvinismo y del sionismo (basado en un renacimiento jázaro) en un Destino Manifiesto liberal desenfrenado de proporciones planetarias. Este proyecto es, extremadamente, único y singular. Incluso otros mesianismos religiosos, como el católico, ortodoxo, zoroastra-chiita, hindú, confucionista, sintoísta y taoísta, no pueden igualar en contenido.

En general, el mesianismo tradicional, ofrece la imagen de un Imperio del Fin, que es universal sin ser universalista. La pulsión y el ánimo por estandarizar y homogeneizar el planeta a su imagen y semejanza, pero reduciendo los sumisos a la esclavitud o al exterminio, es parte de una lógica muy concreta, que no encontramos en el Mandato Celestial Chino, en el Imperio Japonés, en el Katehon ortodoxo y tampoco en la cosmovisión ancestral zoroastra, que permea la escatología y la mentalidad colectiva chiita iraní. La Rusia postsoviética carece de los elementos filosóficos que legitimarían un globalismo ruso. Rusia no quiere rusificar el mundo. Hay quienes tratan, cualquier proyecto de integración regional, como una especie de protoglobalismo, por lo que, cuando Rusia pretende reintegrar algunos de los estados postsoviéticos en una institución supranacional, se interpreta como un “proyecto globalista”. Pero los imperios no son protoglobalismos. La figura del Imperio, como máxima Politeia (es decir, como máxima expresión de la política) sólo puede existir en relación con otros Imperios (o Estados menores fuera de su mandato). Además, algunas naciones se encuentran estrechamente vinculadas con su carácter imperial, como Irán y China, por ejemplo.


6 – El concepto de Estado-Civilización en Irán y China, dos expresiones colectivas multimilenarias


Irán encaja perfectamente, la analogía entre el concepto de Estado-nación y su carácter imperial siete veces milenario. Es decir, siendo el Estado-nación de todas las ramas lingüísticas iranias, detentor de ser, indiscutiblemente, la entidad política heredera de 7 mil años del glorioso Imperio Persa, el Estado iraní contemporáneo, encarna el carácter imperial que yace en el corazón de milenios de historia y civilización del universo histórico-cultural de la Iraniedad. Irán mantiene, bajo su manto cultural civilizatorio protector, una serie de comunidades lingüísticas que comparten una historia común y compartida, como baluches, kurdos y azeríes. Son ramos del árbol ancestral iraní, que han constituido dicha nación, a lo largo de milenios, siendo agrupaciones contenidas bajo un contexto específico de organización estatal, que se ha desarrollado debidamente unificado, teniendo una idea centrada, un fuerte sentido de Patria y una directriz común.

Por lo tanto, es perfecto el encuadre dentro del concepto de Imperio en la auténtica y consagrada aceptación semántica. Sin quitar ni poner. De esta forma, la idea de Irán es, por definición, imperial. Lo “imperial” es el centro y el significado de todo. Cualquier compromiso político sin lo “imperial” es ridículo, irrelevante y, además, completamente satánico. El Imperio, anclado al principio de los grandes espacios territoriales (Continente-Civilización) es la mayor realización y logro de un Pueblo, siendo la única forma no globalista de superar el fracaso de las entidades políticas artificiales, de estados-colchones y de fronteras incorrectas.

El término “Civilización-Estado”, por cierto, se aplica, con mayor frecuencia, a dos almas colectivas milenarias, Irán y China. Tanto en sus expresiones antiguas, como contemporáneas. Ya en la antigüedad, los chinos desarrollaron la teoría de “Tianxia” (天下), el “Imperio Celestial”, según la cual, China es el centro del mundo, siendo el punto de encuentro del Cielo unificador y la Tierra divisoria. Es un rotundo error pensar que China es un país marxista. De hecho, China encontró su propia fórmula al sintetizar el maoísmo con la tradición confucionista multimilenaria. Por cierto, todavía existe, pero bajo la forma de un Estado de partido único, una concepción imperial, en su estructura ideológica, jerárquica y geopolítica, por lo que, el partido actual, representa una más de las varias dinastías que guiaron el Imperio del Medio, a lo largo de historia.

Los conceptos tradicionales de Tianxia (Todo bajo el cielo) y Tianchao (Imperio celestial) aún impulsan la geopolítica china. Los valores de la élite política china y del pueblo chino, como el énfasis en la armonía social, el respeto por la jerarquía, la humildad, la piedad filial, etc., permanecen idénticos. Como sabemos, es imposible desmantelar concepciones trascendentales, arraigadas en el tejido social y en la mentalidad colectiva, que fueron consolidadas a lo largo de milenios de historia común y compartida, cristalizadas civilizacionalmente por una simbiosis metafísica sagrada, en pocas décadas de materialismo. No en vano, la China actual, anclada a un régimen nacionalista, vive un profundo renacimiento cultural y filosófico confucionista. Es una lástima que, gran parte de las personas en Latinoamérica y Europa, contaminadas por la retórica que propaga la media corporativa, creando concepciones de mundo totalmente desconectadas de la realidad geopolítica, simplemente se nieguen a estudiar China y reproduzcan propaganda sinófoba o neomarxista globalista sobre China.

Irán, por su parte, aún en tiempos ancestrales, tras el preludio elamita y sogdiano, que ayudaron a moldear la conciencia nacional, en eras venideras, bajo las ascensiones dinásticas aqueménida, arsácida (parta) y sasánida, desarrolló el concepto de Luz de los Ários (Arianos), siendo un profundo elemento de cohesión, el característicos ingenio y la característica sabiduría, que yacen en el corazón de milenios de historia del ethos iranio. No en vano, el llamado Imperio Persa, fue una de las mayores civilizaciones de la historia, con enormes ostentaciones. El concepto de EramShahr, en todo su esplendor, manteniendo bajo su fuerte égida estatal, los territorios del Continente Cultural Iranio. El “Imperio Celestial”, en el caso de China, por ejemplo, puede ser un solo Estado o puede dividirse en sus componentes y luego volver a ensamblarse.

Además, la propia China Han, actúa como un elemento formador de cultura para las naciones vecinas, que no son directamente parte de China, principalmente Corea, Vietnam, los países de Indochina e, incluso Japón, que es bastante independiente. Las entidades políticas artificiales son un producto de la modernidad y, en algunos casos, una construcción poscolonial, como, principalmente, en los casos que se han desarrollado, a través de la Conferencia de Berlín y del Acuerdo SykesPicot-Sazonov. El Estado-Civilización tiene raíces ancestrales, con fronteras, aunque inestables, determinadas por elementos culturales profundos. El Estado-Civilización a veces pulsa, expandiéndose y contrayéndose, pero siempre siendo un fenómeno constante.


7 – La inexistencia de simetría entre el Sio-Atlantismo del Arco Transatlántico de la Anglósfera y la Triple Entente Euroasiática


Dicho esto, volviendo a los intentos de establecer una simetría entre Estados Unidos y sus tres principales oponentes, el malabarismo del olavismo, por ejemplo, tiene lugar aquí en este contexto, con la Unión Euroasiática y el Proyecto Cinturón y Ruta, además del Eje de la Resistencia, tratados como “proyectos globalistas”, porque apuntan a la integración y coordinación entre países. Falacia de una retórica insostenible por muchas razones. Primeramente, podemos simplemente, seguir las obviedades: la cultura rusa no se transformó en un producto de exportación y se planetarizó, siendo impuesta, en cambio de las culturas nacionales y regionales de los pueblos.

Por el contrario, el propio pueblo ruso, está en una lucha defensiva contra el cosmopolitismo estadounidense. En resumen, no hay equivalencia, entre EE. UU. y Rusia. Tampoco entre Estados Unidos y China o entre Irán y Estados Unidos. No seamos ingenuos. Y si no hay equivalencia, no es posible una “tercera vía”, en la actual coyuntura geopolítica mundial. Así siendo, los que siguen intentando sostener algo como “Ni Washington, tampoco Moscú”, en las actuales condiciones de unipolaridad, significa Washington. No hay dudas de ello, mentes ingenuas, ignorantes u hipócritas, intentan sostener una supuesta imparcialidad, en un choque entre la consolidación de la multipolaridad y el intento de preservación de la unipolaridad neoliberal estadounidense en el sistema internacional de Estados. O sea, toda retórica de imparcialidad, en la actual coyuntura, está anclada con los designios de Washington. No hay secretos a este respecto.

Por lo tanto, entre estos dos grandes bloques, que se encuentran Estados Unidos y Rusia, con el primero anclado a Inglaterra, bajo la Anglósfera y toda la estructura operacional de la NATO y la UE, con las vendidas y entreguistas, élites europeas (desconectadas de la Europa profunda), componiendo lo que se le conoce como Imperio Anglo-Sionista y, el segundo, con sus alianzas geoestratégicas profundas con Irán y China, entre otros actores medianos, como Siria y Norcorea, componiendo la llamada Triple Entente Euroasiática, teniendo una atracción con los nacionalismos de todo el mundo, tiene un natural enemigo y un aliado natural. Es cuestión de que, cada uno, sea lo suficientemente consciente, congruente, inteligente, sabio, maduro, perspicaz y honesto, para saber de qué lado se encuentra la supervivencia de las almas colectivas latinoamericanas y de sus respectivas soberanías. O del intento de establecer y consolidar la multipolaridad o tratando de mantener la hegemonía liberal. Ahí está la real dicotomía, que se manifiesta, entre globalistas apátridas y nacionalistas soberanistas. No hay de otra. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Los que anhelan librarse de la asfixiante jaula del Totalitarismo Liberal, preservando sus profundas raíces y abogando por soberanía, se encuentran anclados en movimientos nacionalistas por el mundo. Ese escenario retratado significa que, el Deep State estadounidense, consiste en un enemigo de cualquier país que quiera realmente convertirse plenamente en una nación soberana. Así, lo que sea que debilite Estados Unidos, sin simultáneamente perjudicarnos, representa algo muy válido y aceptable. Mientras, por otro lado, todo lo que fortalezca la hegemonía estadounidense, es profundamente dañino. No existe ninguna contradicción en el respaldo a ciertos regímenes que protagonizan una rotunda y necesaria aversión a los intereses estadounidenses, con raras excepciones.

Cuando los estadounidenses ya no sean potencia hegemónica unipolar definitivamente, ahí, sólo bajo ese escenario, las alianzas pueden cambiar, dependiendo de las coyunturas geopolíticas del momento. Bajo nuevas proyecciones en un nuevo reordenamiento del Orden Mundial, tal vez, podamos hacer frente y oposición a quien, en algunos momentos históricos, tuvimos la obligación de apoyar. Pero, en el mundo actual unipolar, existe meramente un enemigo geopolítico y ningún otro, además de la famosa potencia hegemónica mencionada. Todo se trata de estrategia pragmática geopolítica y no de simple ideología, como algunos quieren entretener. Bajo esa lógica, la alianza geoestratégica amplia, entre Moscú, Teherán y Beijing, consolidada, entre 2005 y 2023, siendo algo destinado a romper hegemonías, consiste en un profundo pragmatismo geopolítico.

Lamentablemente, unos seres sin conciencia geopolítica, sostienen un discurso, intentando defender la tesis de que, debilitar a los estadounidenses es malo, pues, estaríamos siendo contra la “civilización occidental”, de la cual, la entidad política que rige el vecino del norte, sería la defensora, cuando en realidad, primeramente, no existe el término, “civilización occidental”, tampoco Estados Unidos son guardianes de algo, siendo, supuestamente, los detentores de la sacra civilización occidental. De hecho, la propia teoría del Choque de civilizaciones de Samuel P. Huntington de 1996 establece Latinoamérica, como un bloque civilizatorio separado de la Anglósfera y de Europa occidental, cuando, en realidad, Portugal, España y Francia, 3 de las 5 expresiones latinas europeas, comparten, en términos de civilización, mucho más con sus hermanos latinoamericanos, que con el eje Washington-Londres, de corte calvinista-anglicano. Sin olvidar que, Huntington se equivoca en no separar los musulmanes en 5 bloques diferentes, como lo hizo con el extremo oriente, separando chinos y nipones. Aunque reconozca diferencias claves, insiste en el error de caracterizar, bereberes, árabes, turcos, iraníes, indonesios y malayos, como parte integrante de un universo civilizacional homogéneo, cuando sabemos, que cada uno de estos universos componen su propia civilización, con cada uno de ellos, teniendo su evolución trayectoria histórica, con sus íconos, héroes y símbolos.

Además, si eso no fuera poco, esa narrativa falaciosa e ingenua, de defensa a ultranza de los intereses anglo-sionistas, por una supuesta afinidad cultural, señala que, permanecer bajo la esclavitud neoliberal actual, es preferible a una hipotética esclavitud china, a un supuesto imperialismo ruso o, tal vez, a un yugo imperial iraní. Como vimos, por razones estructurales, ninguna de estas hipótesis se sostiene. El fin de la era de la unipolaridad estadounidense más fácilmente será seguido por la tripolaridad (Estados Unidos, Rusia y China), que llevará a una multipolaridad (con la inclusión de, principalmente, Irán e India, considerados los gigantes del Arco indoeuropeo oriental), de que por una unipolaridad china o de un imperialismo ruso.

India, teniendo todavía una operatividad híbrida es el actor que debe cerrar el rompe cabezas de la multipolaridad geopolítica, rompiendo de manera paulatina, con las élites vinculadas con Washingon y Londres. Es decir, la mentalidad incluyente de India es parte como legado de su cosmovisión politeísta confesional, que consiste en una de las identidades del Dasein hindú. Pero en un momento de transición geopolítica, en una bipolaridad feroz de bloques antagónicos, hay que dejar la neutralidad. El Quad, por ejemplo, usado por la Anglósfera para cercar a China, fomentando una sinofobía en India, debe ser abandonado por Nueva Délhi, bajo una estructura de mundo multipolar.

La estrategia geopolítica china es fundamentalmente regionalista, siendo una actualización del proyecto japonés de la Esfera de Co-Prosperidad Asiática, pero logrado a través de asociaciones de infraestructura en lugar de ocupación militar. Hablar de “globalismo chino” es ignorancia total. No existe la más mínima posibilidad concreta del establecimiento de una unipolaridad china. El colapso de la hegemonía estadounidense será seguido por un arreglo multipolar. No habrá cambio de seis por media docena como piensan algunos incautos. Así siendo, por todas las razones ya presentadas, no existe la menor viabilidad real de que China sustituya a EE.UU. en su papel hegemónico unipolar. La noción misma es aberrante para los chinos.

La propia estructura de los BRICS, que se encuentra China, consiste en una herramienta anti-hegemónica, anhelando la construcción de un mundo más justo, humano y armonioso. Por cierto, Putin ya ha comentado varias veces al respecto. La idea es que, los BRICS, sirvan de base para reestructurar el mundo. Rusia y China, así como Irán, quieren que Iberoamérica se incluya en este arreglo, pues la unión, entre fuerzas anti-hegemónicas, hacen la fuerza, pero depende de nosotros el éxito de esta reestructuración global.


8 — La real amenaza, el auténtico enemigo (adversario geopolítico) y la auténtica contradicción


En conclusión, podemos afirmar que, es necesario decirles a algunos que, lo que nos realmente amenaza se encuentra en nuestro propio hemisferio, en el mismo continente, en nuestras propias narices y que, cualquier amenaza china, fuera de la economía, donde son un problema concreto, causados por los propios defensores de la supuesta, ‘civilización occidental’, no pasa de una coyuntura muy, pero muy lejana. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Bueno, al fin, podemos afirmar que, cualquier retórica de una supuesta amenaza de un hipotético imperialismo ruso, iraní o chino, es sembrado para causar discordia, engañar a la opinión pública, impidiendo que la población vea sus verdaderos verdugos, favoreciendo la manutención de la hegemonía neoliberal estadounidense en el sistema internacional de Estados, anhelando preservar, el estatus quo hegemónico del Imperio anglo-sionista, que todavía nos somete, como mero patio trasero.


Notas de rodapé:

[1] Escritor, Especialista em Irã, Leste Europeu e Ásia Central.

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